miércoles, 5 de diciembre de 2007

Arrojemos del día la luz. Hágase
la voluntad del rayo en la tormenta.
Que la noche descubra los gemidos
ocultos;
que la noche conjugue nuestros versos
prohibidos;
que la noche nos lanze hacia el ocaso
perdido.
Seamos la pasión inútil, la
tragedia absurda y mágica
de números y letras,
geometrías y
circunferencias.
Seamos
de nuevo la grotesca humanidad
en los labios de la desesperanza:
tú un hueco en el triángulo divino,
yo un cuadrado en las manos del futuro;
vosotros el espacio menor
de un rectángulo áureo...
(Y todos
el cero de la nada).

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